Declaración de Fe

Nuestra declaración de fe es; son las enseñanzas de las escrituras y de una forma resumida en los puntos de la confesión de fe bautista de 1689 y en los credos apostólicos y que continuación las resumimos.


Enseñamos que los 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamento son verbalmente y plenariamente inspirados por Dios y sin error en los autógrafos originales; y que son la autoridad suprema y final en los asuntos de fe y práctica.
Creemos en un sólo Dios que existe eternamente en tres personas: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; y que estas tres son iguales en esencia, sin embargo, distintos en personalidad y función.
Enseñamos que Jesucristo es el único Hijo de Dios, quien fue concebido por medio del Espíritu Santo y nacido de María, la virgen. Él tiene igualdad y co-eternidad con el Padre (Filipenses 2:6-7). Durante su misión en la tierra se hizo semejante a los hombres, siendo al mismo tiempo verdadero hombre y verdadero Dios. Con su encarnación no perdió ninguno de sus atributos divinos. Jesucristo es el agente de la creación, ya que todas las cosas fueron creadas por Él, por medio de Él y para Él (Colosenses 1:16).


Enseñamos que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados (Romanos 5:8) y Él es el único agente de reconciliación entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5; Hechos 4:12). Después de su muerte, resucitó
corporalmente de entre los muertos y ascendió al cielo, pasando a ser nuestro Sumo Sacerdote e intercesor, sentado a la diestra de Dios Padre (Hebreos 4:14; 8:1-2; Romanos 8:34).


Enseñamos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, a través de la cual somos regenerados, y pasamos a ser nacidos de nuevo (Juan 3:5-8). Es este mismo Espíritu Santo quien ha sido enviado a convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-8).
El Espíritu Santo habita en el interior de cada creyente (Romanos 8:11). Él se encarga también de fortalecernos (Hechos 1:8) y guiarnos a toda verdad (Juan 16:13). Al hacer esto, Él glorifica a Jesucristo (Juan 16:14), puesto que nunca busca glorificarse a sí mismo. El Espíritu Santo, junto con Cristo, distribuye los dones a cada creyente (1 Corintios 12:4-7,11; Efesios 4:11), con el fin de glorificar a Jesucristo y fortalecer su Iglesia la cual es el cuerpo de Cristo.


Enseñamos que la salvación es un regalo de Dios, obtenida por gracia solamente (“Sola Gratia”), a través de la fe solamente (“Sola Fide”) (Efesios 2:8-9), en Cristo solamente (“Solus Christus”) (2 Timoteo 1:9), por la voluntad soberana de Dios solamente y para la Gloria de Dios solamente y es eterna (“Soli Deo Gloria”) (Efesios 1:4-6; Juan 1:12-13; 6:44; Romanos 9). Aunque la salvación es una decisión divina que depende solamente de la gracia soberana de Dios, la Palabra enseña que el hombre es responsable de sus acciones (Juan 3: 36; Santiago 1:13-14). Dios le ha dado el privilegio de cooperar en la proclamación de su plan de salvación (Efesios 2:10 y 3:10).


Enseñamos que todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo como Señor y Salvador, a través del Espíritu Santo, forma parte de la Iglesia universal. Esta Iglesia es el cuerpo de Cristo y por tanto ella no puede ser separada del Señor. (Efesios 1:22-23; 5:23 y Colosenses 1:24). Todos los creyentes deben participar activamente en la vida de la iglesia local (Hebreos 10:25).


Enseñamos que la autoridad suprema de la Iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22). Que Dios dispuso de líderes en cada iglesia para guiar y gobernar su pueblo. Estos líderes no se hacen, sino que son reconocidos por la iglesia en la medida en que el Espíritu de Dios los hace surgir. Los ancianos son los líderes espirituales de la congregación y los diáconos tienen a su cargo la parte administrativa y organizativa de la iglesia. Entendemos que la iglesia primitiva tuvo diaconisas como fue el caso de Febe (Romanos 16:1), pero no ancianas ni pastoras. Sin embargo, reconocemos la importancia del liderazgo femenino dentro de la iglesia, en áreas como la enseñanza,7 discipulado y formación espiritual de las mujeres, niños y jóvenes, así como en múltiples otros ámbitos. Los líderes tienen que llenar los requisitos bíblicos que aparecen en 1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-5. La congregación debe someterse a su liderazgo como enseña la Palabra de Dios y ellos cumplir con su oficio (Hebreos 13:7, 17)


Enseñamos que a la iglesia se le han dado dos ordenanzas. Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Comunión en su última cena con los discípulos, (Mateo 26:26-30) para que fuese celebrada por creyentes solamente de una manera regular como un recordatorio de lo que Él hizo por nosotros en el Calvario (Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:26). Antes de esta celebración, el creyente debe examinarse y pedir perdón por sus pecados, de lo contrario traería juicio sobre sí mismo (1 Corintios 11:27-29). La segunda ordenanza es el Bautismo por inmersión, que practicamos después de haber creído en Cristo como Señor y Salvador, como una representación de nuestra unión con Él, al morir al pecado y al resucitar a una nueva vida. Cada creyente debe ser bautizado voluntariamente como testimonio público de su fe en Cristo y no como vía de salvación (Mateo 28:19; Efesios 2: 8-9).


Enseñamos el retorno inminente de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 24:42-44). Por tanto, debemos vivir nuestras vidas como si Cristo fuese a retornar hoy.


Enseñamos la resurrección del cuerpo de todos los creyentes y de los no creyentes al final de los tiempos (Hechos 24:15); los primeros heredarán la vida eterna y los últimos sufrirán tormento eterno (Mateo 25:31-46).


Estos puntos expuestos no están en debate, y deben ser creídos y proclamados por aquellos que se hacen llamar discípulos de Cristo.

En cuanto a otros temas secundarios con la búsqueda del Espíritu Santo y el estudio de las escrituras y los métodos que el mismo nos ha dejado se ha de buscar respuestas a otros asuntos, y respetar y acatar la resolución del consejo pastoral y de la iglesia, sino esta de acuerdo con algún punto secundario, debe presentar defensa y argumentación bíblica y teológica en amor al consejo de ancianos, y no causar divisiones.